Ha llegado el verano
, y con ello la playa, los baños, la arena, el luchar por un espacio a primera línea del agua, y todo lo que lleva el ritual de ponerse morena, de lucir bronceado, relación con el vecino de toalla, ligar con desconocidos, conocer nuevas gentes, alternar con personas de otros países.
Pero no perdamos de vista los problemas, los cuidados de nuestra preciada piel. Cierto que hoy en día hay muchísima información que nos permite el estar documentados para no sufrir luego las consecuencias de unas heridas que pueden resultar fatales, nefastas para la piel, dejando cicatrices indestructibles y que nos afearán el resto de nuestra vida.
Es el tiempo con más horas de sol, el más largo para las excursiones, los viajes, el conocimientos del medio que nos envuelve, nuestros pueblos y sus tradiciones, nuestras gentes y sus costumbres, esas costumbres que reproducimos, que conservamos de padres a hijos y que nos agradan, disfrutamos compartiendo y conservando. Pues aunque parezca que se vive igual en la costa que en el interior, no es cierto, la vida de los pueblos del interior es distinta, más relajada, más tranquila, más de intercambio con el vecino, de convivencias más a pie de calle. No llegará nadie a un pequeño pueblo que nos sea sabido por todos, y si les das tiempo, averiguarán todo sobre ti, pero tranquilo, no intentan cotillear, solo comprenderte, valorarte y si lo necesitas ayudarte. Y eso señores es genial.
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